EL OJO DE LA CERTEZA

En un principio, el hombre primordial, el Adam Kadmon o Adam Primordial, en una existencia paradisíaca contaba con un cuerpo glorioso, etéreo e incorruptible, en perfecta comunicación con la Divinidad. Sin embargo, dotado de libre albedrío decide ingresar al mundo de la dualidad y de las forma, desciende a la naturaleza naturada, pierde la consciencia del yo verdadero así como la comunicación directa que tenía con la Divinidad. Revestido con su túnica de piel, su nuevo cuerpo va a ocultar su núcleo de inmortalidad, de tal manera que su ojo espiritual como órgano de percepción interior se cierra a la Luz Divina y es entonces cuando se abren los ojos físicos al mundo de la dualidad . Por todo ello, este Adam terrestre, síntesis formulada por Dios del Adam Kadmon o Adam Primordial, en la cual el Macrocosmos se reproduce en el Microcosmos, debe comenzar a enfrentarse al mundo manifestado, así como al conocimiento del bien y el mal.

Al percatarse de que toda lo exterior tiene un origen interior en el Ser en donde tuvo nacimiento, primero como causa y luego como efecto, trata de efectuar su Gran Obra, buscando retornar al Paraíso perdido , mediante un perseverante e intenso trabajo interior que le permita re-encontrar su propia realidad, valiéndose para ello tanto de sus facultades y de su naturaleza psíquica, así como de la ayuda de Dios. De esta manera el cuerpo físico, que nos permite la percepción del mundo material a través de los sentidos, va a constituir un importantísimo factor para nuestro desarrollo y evolución espiritual.

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EL HOMBRE: ESCALA, PUENTE Y MEDIADOR

El hombre es el símbolo de la existencia universal (El-insânu ramzul-wujûd); y si consigue penetrar hasta el centro de su propio Ser, alcanza por eso mismo el conocimiento total, con todo lo que ello implica por añadidura: «el que conoce a su Ser, conoce a su Señory conoce entonces todas las cosas en la suprema unidad del Principio mismo, en el cual está contenido eminentemente toda realidad.»
René Guénon: Apercus Sur l’Initiation» Chap. XLI, pág. 266. Editions Traditionnelles, Paris, 1964.
 
Cuando el hombre ha logrado alcanzar el punto de situarse en el centro de todas las cosas; es decir, cuando ha alcanzado la realización integral de su humanidad, se dice que «El Cielo es su padre y la Tierra es su madre.» Tal es el hombre que la tradición taoísta distingue como el Hombre Verdadero (tchenn-jen), la tradición sufí denomina el Hombre Primordial (al-Iinsanul-qadim), y Martines de Pasqually define como el Hombre  restaurado a su estado primordial, es decir, en sus primeras propiedades, virtudes y poderes espirituales y divinos.»
  (“Traite de la Reintegration des Etres«).

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LA GERENCIA INTEGRADORA por Joël Pozarnik

Desde la perspectiva de este fin de siglo, el mundo que ha prevalecido a lo largo del siglo XX se está desintegrando.
La economía mundial, más bien la guerra económica mundial, pudiera estar a punto de desaparecer por falta de combatientes: por una parte, los desempleados sin poder adquisitivo del mundo económicamente desarrollado y, por otra, la agravada miseria de los países pobres que minan las ventas de las empresas y sus utilidades.
Las estructuras sociales podrían no resistir mucho tiempo más. Por un lado, los trabajadores son cada vez menos numerosos, mientras que las cifras de desempleados se incrementan cada vez más.

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JOËL POZARNIK, DE PARÍS A CARACAS…

«El Masón no puede satisfacerse con solamente repetir que él es un Hombre Libre y de Buenas costumbre. La adquisición de la verdadera Libertad y de las verdaderas Buenas Costumbres es el resultado del Camino. La adquisición de las Virtudes responde a un proceso que comienza en la Logia y termina en los actos más pequeños (y a veces en los más grandes) y muchas veces más invisibles para los demás. No se puede adquirir Virtudes, sin una intención Recta, es decir, una intención únicamente orientada a la Gloria del G:.A:.D:. U:. Y eso sólo se puede lograr gracias a un trabajo de purificación, es decir, de unificación y de orientación de nuestro microcosmos, trabajo que podemos realizar en la Logia y debemos culminarlo fuera del Templo». (Joël Pozarnik)

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