LA ALEGRÍA Y LA FELICIDAD EN EL TRABAJO ESPIRITUAL por Elizabeth Galindo

En estos meses tan duros y difíciles que estamos viviendo ante la terrible epidemia del Covid 19, y sus variantes, que inmisericordemente azota a toda la humanidad, y que inevitablemente por todas sus consecuencias socio-culturales, reflejadas principalmente en lo económico, en la salud y en lo espiritual, la incertidumbre de no saber cuándo nos libraremos de esta pandemia, acarrea en general, una gran desestabilidad emocional, que se traduce en ansiedad, impotencia, inseguridad, tristeza, somatización de enfermedades, desesperación y dolencias de todo tipo; signo inequívoco de los avances del kaly yuga o de la llamada “edad sombría” o “edad de hierro”, resulta propicia la ocasión para reflexionar sobre un tema sumamente importante para nosotros, relacionado con el trabajo espiritual.

El trabajo espiritual constante, como quiera que ordena diferentes aspectos de nuestra vida, genera indudablemente un estado de calma, paz y sosiego, tanto en lo físico como en lo mental, cuya sinceridad y perseverancia, a través del tiempo permitirá la elevación del alma y la obtención del conocimiento directo de las verdades trascendentes. Esa elevación espiritual, aunque sea por brevísimos instantes produce, sin lugar a dudas, una inmensa sensación de bienestar acompañada de una exaltación emocional. Es un don o gracia Divina que conduce al llamado “estado de gracia o de presencia”, que en el sufismo se le conoce como Ḥāl, cuyo plural es Aḥwāl. El Ḥāl, ciertamente es un estado espiritual concedido por Dios, como respuesta a los sinceros esfuerzos realizados con devoción, paciente y perseverantemente en la búsqueda de nuestro verdadero Ser.

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