El Zodíaco conforma un ciclo de evolución general del Cosmos, del movimiento de la vida, del descenso de la energía-consciencia en la materia-limitación, así como de su regreso al estado ilimitado y por consiguiente del ritmo de la transmutación de la energía que se manifiesta en los diferentes estados del Ser.
El Zodíaco constituye en sí mismo, un esquema universal que nos ayuda a comprender la relación que existe entre la esencia y la existencia, aplicable en todos los estados de la manifestación, tanto en la evolución el mundo en general como en la propia constitución del hombre.
Etimológicamente viene de la palabra griega zoe, que significa vida con implicaciones en el Principio de Movimiento, además de ser la raíz de zoon, que significa animal; así mismo se deriva de diakos que significa rueda o círculo, por lo que el Zodíaco bien se puede traducir como “rueda, ciclo o círculo del movimiento de la vida”. En sanscrito significa “rueda de los signos”.
La rueda constituye básicamente un símbolo del mundo y expresa tanto movilidad como inmovilidad, ya que desde su eje, fuente o centro inmóvil, que sin duda lo podemos relacionar con lo inmanifestado, se expande hacia la periferia de la circunferencia, lo que a su vez sería vinculable con la manifestación. De manera que en este sentido estaríamos ante los conocidos Principios de Concentración y de Expansión, o de la expansión de la multiplicidad desde la Unidad, es decir de la acción ineludible del Principio dentro de la Creación.
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